La vicuña, el solitario animal que de acuerdo al mito de Wari, habita junto al semidios del mismo nombre, es un tesoro que vive en la extensa planicie altiplánica, y que un tiempo estuvo en peligro de extinción.
Actualmente no es raro encontrar algunos de estos animales en el camino de la ciudad hasta Caracollo, gracias a los cuidados y la preservación de la especie que ejecutan las comunidades aledañas.
La vicuña tiene sus bondades económicas, en especial por su fibra, muy demandada en el mercado internacional en especial en los mercados europeos como Italia, Alemania e Inglaterra, por su uso en la confección de prendas de vestir.
Al todavía considerarse la vicuña como un animal salvaje y que aún no fue domesticado, en 1965 fue considerada una especie amenazada de extinción. Por ello resulta paradójico que producto de la esquila de su preciada lana, la medida sirvió como forma de concientización y preservación del animal solitario, aunque por cuestiones económicas.
Las vicuñas se organizan principalmente en dos formas sociales diferentes: los grupos familiares y los grupos de machos solteros. Mucho menos frecuentes, aunque descritos, son los machos solitarios(2,3,4).
La composición de un grupo familiar es un macho adulto, varias (desde 1 o 2 hasta 8) hembras adultas y sus crías recientes (menores de un año). La familia vicuña mantiene su territorialidad a través de todo el año, siendo el macho quien defiende el territorio de alimentación de la intromisión de animales vecinos y de los grupos de machos solteros. Esta defensa la impone generalmente sólo por su conducta dominante; sin embargo, en ocasiones también agrede a los intrusos persiguiendo, escupiendo y mordiéndolos. La composición individual de cada grupo familiar y los límites de sus territorios varían sólo levemente a lo largo de las distintas estaciones y de los años.